La Casa de Elena
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![]() Fragmentos de los libros LOS ESPECTROS ESTAN MUY CERCA MONSTRUOS MECANICOS LA GUARDIANA DE LAS CARTAS DEL DESTINO MI AMIGO ES UN VAMPIRO LA PUERTA EN EL PALACIO DE HIELO |
Elena Artamonova MI AMIGO ES UN VAMPIRO![]() Capítulo 1. Noche de pesadillasEstaba de pie, en medio del gran cementerio de la Resurrección. Excepto yo, no había ni una alma viva, y las innumerables tumbas de los alrededores hace mucho que quedaron vacías. Las ciudades de los muertos, sobre todo el planeta, se encontraban abandonadas por sus habitantes. Habiendo dejado las silenciosas casas subterráneas, los muertos peregrinaban por toda la tierra, echando una ojeada a las viviendas humanas para conseguir vivos... Debieron ser ellos los que me habían llevado hasta allí. Quería correr fuera, hacia la salida que vislumbraba después de la pequeña iglesia, del cementerio, pero mi pie estaba hundido en la tierra, se asemejaba a las raíces de un árbol. Los terribles seres que antes fueron gente, me rodearon, me habían llevado al extremo de una tumba. —¡No quiero estar aquí, yo estoy viva! —Las palabras se atascaban en mi garganta, la lengua no me obedecía —. ¡Viva! ¡Viva...! Los muertos sepultaban a los vivos, la muerte se convertía en vida, y la vida en muerte. Mis oídos escuchaban, apenas, una voz sobrehumana ahogada y aterradora. Unas manos frías y secas, empujaron de mí saliendo de la tierra arcillosa. Los helados y fríos trozos de tierra los extraían con suma facilidad. Después de ella se abría el fondo del hoyo negro. —¡No! Era necesario hacer uso de todos los sentidos para liberarme de la pesadilla; despertarme, pero las fuerzas me estaban abandonando ya; la boca negra de la tumba estaba abierta cerca de mis pies... El crujido agudo de las ramas había interrumpido mi sueño y roto las cadenas. Estaba llena de felicidad por haber abierto los ojos. El amanecer quedaba todavía lejano. Después miré por la ventana, en el fondo del cielo oscuro y ennegrecido, las estrafalarias formas de las siluetas de los manzanos viejos. El miedo había retrocedido. Y pensaba, esto fue solamente la pesadilla ordinaria, no era la primera vez que visitaba mi aturdida y pobre cabeza. Me había vuelto del otro lado, me relajé e intenté dormirme. El ruido de la ventana se acrecentaba y no tenía éxito para acallarlo bajo la almohada. El grito apagado expulsó definitivamente mi somnolencia. A juzgar por los sonidos, que venían de la calle, en nuestro jardín ocurría en ese mismo momento una pelea. Probablemente, fuera necesario despertar a mamá que estaba durmiendo en el otro lado de la casa, pero mientras estaba pensando en las acciones ulteriores, delante de la ventana había conseguido distinguir las voces apagadas. —¿Dónde está?, —preguntaba la voz mala masculina —. Pregunto por última vez, ¿dónde está? Habiendo salido de la cama, me acerqué cautelosamente a la ventana pero, cuando me puse a mirar atentamente a la oscuridad, no conseguí discernir nada. —¡Responde! —con los sonidos de los golpes secos, por la espalda me recorrió un escalofrió —. ¡¿Y bien?! —Orcus, moriré antes que contarte donde está lo que buscas. —Él está próximo, en algún sitio, —de nuevo había comenzado a hablar el camorrista que llevaba el extraño nombre de Orcus —. Todavía hace un par de horas atrás estaba en tu poder. Lo encontraremos y sin tú ayuda, si no es esta noche será la siguiente. He aquí todo tu tiempo murciélago, al final la palmarás, pero decírmelo te permitirá morir sin sufrimientos. —No... De nuevo me había parecido oír los sonidos, que me espantaban, de los golpes; el bisbiseo inarticulado y las injurias. Estaba de pie cerca de la ventana en una completa confusión. Excepto nosotros y mamá, en la casa no había nadie, el teléfono móvil de mi madre y como adrede, se había quedado sin batería por la tarde. En el jardín merodeaba una banda entera y, según daba la impresión, hacía falta inquietarse más por mí propia seguridad, que por el salvamento del muchacho desconocido. —¡Morirás cuando amanezca!, —me había llegado por la ventana. Arrastraron a través de los arbustos el pesado cuerpo, y después, todo se quedó en calma. Las cifras que resplandecían en el despertador electrónico mostraban las dos menos cuarto. Me había acostado en la cama, y echado la cabeza hacia atrás con las manos apoyadas, miraba como hipnotizada al oscuro techo. Dormirme después de todo lo sucedido fue completamente imposible. Quería anular el paseo fijado por la mañana, pero eso significaría contrariar a Tatiana Pankratova, que un día antes había conseguido persuadir con gran esfuerzo para que viniera a hacerme compañía. A Pankratova le gustaba dormir, y levantarse al amanecer, era para ella una hazaña el presentarse. Y todo esto comenzó por la tarea veraniega en la escuela artística, nos quedaba por delante dibujar el informe de las vacaciones. Al principio con la compañía de Pankratova, porque me daba lo mismo y no había tiempo que perder, y muchos lugares que mirar; había escrutado todas nuestras villas veraniega, el pueblo colindante de Borisovka y sus alrededores, habiendo hecho multitud de bosquejos para el anteproyecto. Sin embargo, tal pasatiempo me había parecido aburrido, y meditaba seriamente sobre el trabajo. Hacía falta inventar, ante todo para el cuadro, la trama original. Tatiana había propuesto "La luna nocturna sobre el cementerio rural". La idea me gustaba, pero encarnarla en la realidad no se presentaba posible, mamá me soltaría que "nunca en la calle después de las diez de la noche". Pero escaparse de casa antes del amanecer y volver a la hora del desayuno era mucho más fácil. Había aparecido así la idea del cuadro "El amanecer sobre el lago del bosque". Algunos días se dedicarían al trabajo preparatorio, y ese en especial tenía por delante la labor más importante, ver con mis propios ojos la salida del sol e intentar reproducirlo sobre el papel. Más tarde, apoyándome en estos recuerdos, será posible trabajar por el día sobre el cuadro. Y en ese momento es donde estaba, Pankratova por fin se había puesto de acuerdo conmigo para acompañarme, en la caja de pinturas estaban los sándwiches, y solo faltaba saltar por la ventana al jardín, pero el trágico suceso me había estropeado el humor, privándome del enorme deseo de dibujar. A esas horas los mafiosos ya debieron solventar el terrible asunto. Estuve tendida, sin más, hasta las tres, después me levanté decidida, me vestí y salí al jardín. Capítulo 2. Encuentro con el vampiro![]() —¡Sveta! —Somnolienta y cabreada, Pankratova esperaba cerca del pozo —. ¡Es imposible tardar tanto! Se me han helado hasta los huesos. —En nuestro jardín estaban matando a una persona, yo simplemente miraba y no hice nada por tratar de ayudarla. —¡La pesadilla! —Tatiana había juntado las manos de forma teatral —. ¡El nivel de criminalidad está empezando a notarse en tus ojos! Razonando sobre el suceso pasamos el límite de las villas veraniega. Al pasarlas, seguido, estaba la pequeña aldea que atravesamos y bajando, nada más salir de ella, llegamos descendiendo al fondo, donde se encontraba la carretera. El cielo sobre nuestras cabezas perdía el impenetrable color oscuro, quedándose transparente y grisáceo. Por lo visto, había calculado incorrectamente el tiempo y el amanecer se acercaba antes de lo que pensaba y hubiera querido. —Vamos a atajar por la esquina. Tatiana hizo un movimiento enérgico con la cabeza. —No nos conviene pasar por las ruinas, allí se han arreglado con toda seguridad el refugio nocturno los vagabundos. Pankratova se refería a un edificio de la construcción con grandes bloques de hormigón, que se había quemado, y se encontraba sobre el cruce de calles, entre la carretera y el camino vecinal. Alguna vez, allí hubo una pequeña tienda de materiales para la construcción, pero era algo regular, que de año en año lo incendiaran unos malhechores desconocidos. Los incendios continuaron hasta que los dueños de la tienda tuvieron que mudarse, habiendo comprendido que allí no estaba el lugar para su negocio. Desde entonces la construcción se mantiene vacía y está cayéndose, a pedazos, en silencio. En otras circunstancias no me hubiera acercado a las ruinas, pero sobre el horizonte había aparecido ya la raya rosada que anunciaba la aparición del sol. —Tatiana, si no nos damos prisa, mañana habrá que quedar de nuevo para levantarse por la noche. —Solamente por esta vez... —Había musitado Pankratova que se asomaba al borde. Tropezando y cubriéndonos los rostros, habíamos comenzado a caminar, decididamente, hacia la construcción caída. Suspirando y maldiciendo al destino, Tatiana se arrastraba por las sombras. Cuando alcanzamos el edificio antiguo, de la pequeña tienda, algo que estaba en la pared y que parecía un montón de trapos, se movió y dijo gimiendo: —Ayúdenme... —¿Has oído? —Pankratova se quedó parada —. Vamos, intentaremos saber de qué va el asunto. —¡Quieta, Tatiana! —la había cogido de la manga —. ¿Sabes cómo actúan con las muchachas como nosotras? Son astutos y peligrosos, son maníacos. —Pero... —En algunos casos semejantes, mi madre siempre dice: "Sveta, nunca, no quiero que nunca intervengas en los asuntos ajenos". ¿Cómo sabemos nosotras que es cierto que está en problemas el vagabundo? Pankratova se puso de acuerdo pero de mala gana. A nosotras se nos había ocurrido pasar, en vez de dar la vuelta alrededor de las funestas ruinas, pero era completamente obligado; había que llegar al lago antes de la salida del sol o no tendríamos éxito. Purpúreo, todavía no estaba el disco rojo, al cuarto de hora apareció por el lejano y pequeño bosque. El día se formaba desgraciadamente, y mi alma se cubrió de un manto triste y melancólico. En las últimas horas ya era la segunda vez que alguien tenía necesidad de mi ayuda, y yo pasaba de largo. —¿Qué es lo que piensas, tienes interés en saber lo que le ha ocurrido, no nos meteremos en una mala historia? —Claro que no tonta, —se había alegrado Pankratova —. Siempre es posible huir rápidamente si notamos a tiempo el peligro. Habíamos desarrollado un plan, nosotras volvimos hacia atrás. Habiendo dejado a Pankratova como la guardiana, y entregándole a ella la caja de pinturas, con cautela me acerqué a la persona que estaba sentada cerca de los muros. La esquina de la construcción hacia una profunda sombra, escondiendo los rasgos de ésta. —¿Que le ha ocurrido? ¿Está usted malo? Todavía di un par de pasos más, como por un campo de minas. La tensión crecía; pienso que aparecerá, y en ese instante, el desconocido se lanzará sobre mí al encuentro; me cogerá de la mano y me llevará al interior de las oscuras ruinas. —Desata la cuerda, —sabia quien era, la voz, la había reconocido. ¿De veras estaba delante de mí el muchacho, que pegaban en nuestro jardín? Habiéndome olvidado ya de todas las precauciones, decidida, me puse más cerca. Él levantó con trabajo los ojos. —Ayúdame, todavía no es tarde. El sol se levantaba, cada vez más arriba, viéndose más claro, y sobre la hierba aplastada se notaban las huellas sangrientas. Por lo visto, el desconocido tenía una herida de verdad. El aspecto de la sangre me hizo sentirme morir, en su cuerpo se notaba una gran debilidad, y los ojos estaban ensombrecidos. —No se inquiete, solamente, tenemos que encontrar un coche y le llevaremos al hospital. —No moriré por las heridas. Yo pereceré a causa del sol. Soy un vampiro. —¿Un vampiro? —curiosa Pankratova, estaba ya a mi espalda —. ¿Es una broma? Quería explicarle a Tatiana; que en tal estado, a la gente no le gusta gastar bromas, y debido a la gran pérdida de sangre, el muchacho estaba comenzado a delirar; pero no tenía tiempo. Él, había comenzado a hablar de nuevo: —¡En pocos minutos el sol se levantará, y estará tan alto que sus rayos tocarán mi cuerpo! La reacción por nuestra parte había sido de quedarnos estupefactas; era tan difícil de creer siendo la primera vez que nos pasaba esto; no pudiendo soportarlo, el muchacho nos gritó: —¡Hagan algo, si han decidido que quieren ayudarme! ¡No puedo verlo! Las palabras eran tan desesperadas, que nos hicieron creer lo dicho. ¿De veras hablaba realmente con un vampiro? ¡Pero en ese caso nos amenaza un peligro mortal a Pankratova y a mí! De hecho si desataba la cuerda, porque el muchacho está amarrado a la verja, se libraría de su ligaduras; ¿quién me garantiza que éste chupasangres no se clavaría en nuestros cuellos? —Escuchadme, chicas, —el desconocido había cambiado el tono, tratando de hablar tranquilo y de forma más comprensible —. Por el día los vampiros no son peligrosos, no os arriesgáis a nada... —¿Pero qué vampiros? ¡Eso es una invención! —había exclamado de nuevo Pankratova. —¿De veras queréis convenceros? Entonces solamente daros la vuelta, cuando los rayos del sol toquen la sangre… ¡Miren bien hacia la tierra! Nosotras obedeciendo bajamos la vista. La sombra de la esquina de la construcción cada vez era más corta, encogía, y la luz solar había empezado a tocar las manchas sangrientas sobre la hierba. En pocos segundos ellas comenzaron a arder sin más, como si la hierba estuviese impregnada de gasolina. Esto me produjo una fuerte impresión. Había llegado la situación a un momento realmente crítico. Venciendo el miedo y la repugnancia que me había aflorado súbitamente, me incliné sobre el vampiro. Cuando tienes prisa todo resulta mucho peor que en condiciones más tranquilas. Atado fuertemente por las manos los nudos no cedían, y no teniendo tiempo, para estropearlo más me había dejado crecer las uñas desde comienzos de las vacaciones. Pankratova observaba todo lo que ocurría mirando por los lados, con simpatía y ayeando, pero sin intervenir; El sol devoraba con paso implacable la sombra salvadora. El vampiro esperaba indiferente, y sin acelerarse. Comenzaba a parecer, por momentos, que él estaba muerto y todas mis diligencias eran completamente en vano. Cuando estaba preparada para irrumpir a llorar de propia impotencia, el nudo cedió inesperadamente, y la cuerda se aflojó un poco. El vampiro con una rapidez asombrosa se deshizo del nudo de las manos, y después desapareció en la sombra negra, por la estrecha hendidura entre los bloques de hormigón. Casi justamente después de éste hecho bajo mis pies se inflamaba la hierba, y el fuego destruía las últimas huellas, en la estancia, de aquella extraña presencia. —¿Qué hacemos? —dijo Pankratova, rompiendo el largo silencio. —Iremos a nuestras casas, mientras nuestros padres están aún dormidos. —¿Y él? —¿Él? Es el asunto principal, Pankratova… Recuerda, no meter nuestras narices en los asuntos ajenos. —Si, Akulinicheva, como dice tu mamá. Una vez más miramos hacia atrás; a la construcción que estaba quemada, que se había convertido en un verdadero refugio para el vampiro; y hemos comenzado a caminar por uno de los lados de Borisovka. El desayuno se había pasado en unas condiciones, de bastante nerviosismo. Mi madre esta apenada por su pérdida; pisoteados por los pies de los gamberros de anoche, estaban los gladiolos, que eran de una especie difícil de conseguir; se había bebido solamente una taza de café y poniendo como escusa un dolor de cabeza, ella se había recluido en la habitación. No quería comer. Esperando un poco corrí a tirar el vaso de leche fresca, que no me gusta nada, y salí de la casa. La casa de campo que pertenecía a la tía de Tanya Pankratova, quedaba lejos de donde yo estaba. La fachada de la construcción, de dos pisos de altura, estaba adornada por esplendidos tallados de madera realizados por su propietario anterior. Tanya se encontraba en el jardín. Ella ojeaba, sentada en una hamaca, una revista de cotilleo que tenía entre las manos. A juzgar por aquella imagen, con la revista vuelta del revés, no le interesaba mucho lo que había escrito en ella. —¿Tanya, que estás pensando? Ella me saludaba, después, calurosa y emocionadamente comenzaba a hablar: —Escucha, ¿de veras olvidaremos esta página de nuestra vida? Encontrarse con un fenómeno tan insólito no sería posible ni pensarlo; sería un milagro que llegáramos a olvidarlo como si nada hubiese pasado. Perdimos veinte minutos discutiendo hasta que al final, Pankratova, me persuadió para visitar la extraña tienda donde desapareció, entre las ruinas, el vampiro. Alegre, ella se había bajado de la hamaca, había corrido a la casa y había vuelto, poco tiempo después, con una manta vieja que llevaba en la mano: —Él allí no estará muy confortable probablemente, y hace frío. —¡Basta! Tanya los vampiros son muertos, ellos duermen en ataúdes y no sienten nada. —Eso es lo que decían en general, pero lo que no conseguía comprender…es que incluso, aun dándome miedo tocarle, empezaba a... —He tenido tiempo para pensar, y él me parecía muy desgraciado. —Entonces nos daremos prisa. Marchando por la calle principal; y a propósito sea dicho, la única de Borisovka; pensaba sin conseguir saber, si estaba procediendo correctamente. El sentido común me decía, que estábamos haciendo una gran tontería. Una cosa era echar una mano, ante una desgracia, a una persona que se encontraba a punto de morir; y otra, buscar voluntariamente los encuentros con un vampiro. Era la curiosidad lo que nos incitaba a nosotras a seguir adelante, al encuentro con lo desconocido. Poco tiempo después el pueblo se había quedado atrás, y bajo nuestros pies, el asfalto polvoriento de la carretera había empezado a convertirse en un camino grisáceo... Después, con el brillante día veraniego las ruinas de la tienda recordaban a una cripta fría. Al oler, se notaba el aire viciado de la chamusquina y la humedad, más toda la basura que estorbaba y que se había quemado en los alrededores; estando por todas partes. El interior se encontraba con bastante luz; esta penetraba a través del alféizar de la puerta, y las hendiduras que había en el techo a medio derrumbarse; pero por las esquinas se habían agazapado las espesas y negras sombras. —¿Oiga, está usted aquí? —Había llamado en voz baja Pankratova, pero no recibió respuesta alguna, el silencio era absoluto. Tatiana había empezado a negar con la cabeza, mirando hacia atrás —. Él no ha podido irse antes de la puesta del sol. ¿De verdad habrá muerto? —Tanya, vayámonos de aquí. Este lugar no es bueno. —¿Para qué vinisteis?, —me había parecido oír una voz silenciosa, de repente. —A visitarte, conocerte, cómo quieras llamarlo. Hemos traído una manta. —Pankratova se había dirigido a la oscuridad del local auxiliar —. Así, por si acaso... Cuando los ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, conseguí discernir a la persona que estaba en la esquina. Él se había levantado sobre el codo. —¿Que sabéis de mí? Si quisiera mataros, ahora tendría la posibilidad y no os salvaríais. —¿Pero, no quiere....?, —la voz de Pankratova, temblaba un poco. —El asunto no está en el deseo. Ciertos sentimientos son capaces de aplastar la voluntad, y la razón. ¿Sabes cómo es la sed? ¿La sed terrible que no te abandona y sientes a cada instante?; Es posible que la vida se te pueda ir y te conviertas en un cadáver...; ¡Pero la calma en nuestra muerte no existe! Incluso muerto sigues ardiendo con este deseo. ¿Piensas que, la gratitud, el agradecimiento, el amor o el parentesco, pueden cambiar esto, desaparecer sin más? Hemos retrocedido a un sitio a salvo, irradiado por la luz solar, al rectángulo de la salida. El vampiro había tendido la mano. —Lanza la manta; no te conviene estar más cerca, aunque puedo controlar todavía los sentimientos; pero no tientes a la suerte. No merece la pena que entabléis amistad con un vampiro, espero, que esto lo hayáis comprendido. Según parece, nuestro nuevo conocido se equivocaba. Entregada la manta, Pankratova no iba a marcharse. Disimuladamente escarbando el estuco sobre la pared, ella preguntaba: —Pero estáis herido. Puede ser que necesitéis medicinas y vendas. —Un vampiro se cura solamente con la sangre. Observado por Pankratova, él se había quedado perplejo. ¿Cómo puede ella estar tan tranquila hablando aquí, sin ningún tipo de ceremonias, en presencia de un muerto que ha revivido? Personalmente a mí esa mirada negra, que parecía no tener fondo en sus ojos, me provocaba temblor en las rodillas. Y Tatiana, como si no notara el horror que produce y sin sentir la desesperación en la voz del vampiro, que era como un gorgojeo parecido al de los gorriones en las ramas. —Usted es el primer vampiro que he conocido. Me ha causado buena impresión. Dígame... —¡Vete a paseo! ¡Fuera de aquí, sois insoportables, muchachas! ¡¿Es que la vida no os importa?! Habiendo cogido a Pankratova del codo, la empujé hacia la entrada. —¿Es que no os lo he explicado ya? ¿No ha quedado suficientemente claro que soy un vampiro hambriento? El desconocido nos volvió a llamar cuando estábamos cerca de la salida. —Si queréis ayudarme todavía, traerme una cosa. No quiero dejar el asunto para más tarde, esta puede caer en malas manos. Por lo visto, calculando un nuevo encuentro con el chupasangres, Pankratova había comenzado a menear la cabeza alegremente. —¡Claro, claro, con mucho placer! Habiendo recibido las instrucciones necesarias y después de despedirnos, abandonamos por fin las ruinas de la tienda. Hacía falta llegar lo más rápidamente posible hasta el álamo viejo, éste estaba situado en el suburbio de Borisovka, y extraer del hueco, que tenía, cierto cristal que servía a nuestro vampiro de talismán. —Y de hecho él es muy guapo...., —había pronunciado imaginándoselo Tatiana, que andaba por el borde de la carretera. —¿Quién? —Él. A quién acabamos de dejar. De la inesperada respuesta me quedé paralizada. —¿Pankratova a ti el sol te ha afectado a la cabeza? ¿Cómo puede ser hermoso un vampiro con colmillos? —En primer lugar, Akulinicheva, nosotras no hemos visto sus colmillos. —Mientras que... —No interrumpas. Y en segundo lugar, él tiene apariencia de poseer estilo, es fotogénico. Simplemente esta persona tenía un día difícil, pero, si le damos la oportunidad de darse a conocer, él seguro que ha producido más de una impresión indeleble a alguna muchacha. Me asombro, ¿cómo que no has notado esto? Y encima una pintora... Sabes, Sveta, si observas con atención, este muchacho incluso se parece a ciertos artistas conocidos, como Antonio Banderas, o, a Adrián Paul. —¿Y ese último quién es? —El artista, del serial "Los intocables" hacia el papel de... Más adelante Pankratova ya no escuchaba. Tanya era una muchacha bastante inteligente, pero tenía una costumbre que me ponía, simplemente, de los nervios. Después de la presentación de una película, y que seguido se convertía en moda, ella con una inevitable fatalidad se enamoraba del actor del papel principal. Claro, que esto era asunto suyo, pero Pankratova no podía callarse y necesitaba compartir a todas horas las impresiones, los sufrimientos por ellos, y quién se encontraba por aquí cerca. Así, como sus "amores" recientes con Keene Reeves, y especialmente con Leonardo DiCaprio, hasta ese momento, porque me estaba imaginando el cataclismo siguiente. El sol estaba calentando; cada vez era más fuerte, Pankratova no para de hablar, parecía una cotorra; y no calló hasta el suburbio del pueblo, y todavía más lejos... |
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